Todos los años ocurre. Con la llegada del frío y el otoño, los árboles (caducifolios) pierden sus hojas. Parece obvio pero ¿por qué se caen realmente las hojas de los árboles?
Mientras hay luz y calor y pueden realizar la fotosíntesis, las hojas son una importante fuente de alimentación para el árbol. Pasado el verano y con la llegada del frío las hojas ya no pueden realizar su trabajo, la energía escasea y el árbol no se puede permitir gastos innecesarios. Mantener las hojas se convierte en un lujo muy caro cuando la radiación solar disminuye en cantidad y calidad al acortarse las horas de luz. Además, el suelo está frío y es muy difícil extraer nutrientes de él. En estas condiciones, el árbol debe ahorrar toda la energía posible y prescindir de todo lo que no sea necesario.
Con la llegada del otoño, las hojas gastan más de lo que producen y el árbol corta el suministro de savia hacia ellas y las deja morir. La gravedad y el viento se encargan del resto.
Durante este proceso las hojas cambian de color y adquieren bellos tonos ocres, amarillos y rojizos. Las hojas no caen de cualquier manera, el árbol las pierde poco a poco y en una preciosa sinfonía de colores. Todo un espectáculo pero, ¿por qué se producen estos colores?
La clorofila es la responsable del color verde de las hojas. Pero los árboles necesitan luz y calor para producirla así que con la llegada del frío la clorofila desaparece poco a poco. En la hoja quedan otros pigmentos que son los responsables de que adquiera esos tonos rojizos o amarillentos. Pigmentos que ya estaban ahí pero enmascarados por la clorofila.