El curioso y bello origen del nombre Vanessa

No hay nombre de mujer que tenga un origen tan curioso como Vanessa. No proviene del latín ni del griego, ni de ninguna otra civilización antigua: fue creado por un poeta.

Se lo inventó el autor de “Los viajes de Gulliver”, Jonathan Swift, en honor a una mujer, Esther Vanhomrigh.

Jonathan Swift by Charles Jervas detail.jpgJonathan Swift nació en Dublín el 30 de noviembre de 1667. Vivió sus primeros años en pobreza y criado por un tío tras la muerte de su padre. Pudo prosperar en la vida gracias a que encontró trabajo como secretario de Sir William Temple, lo que le permitió incluso conocer al Rey Guillermo III.

Tras unos años decidió dar un giro a su vida, regresó a Irlanda y se ordenó sacerdote. Sir William Temple, que había quedado muy satisfecho con su trabajo, le pidió ayuda en 1696 para preparar sus memorias, así que volvió a Inglaterra donde se reencontró con Esther Johnson, una joven de 15 años, a la que tiempo antes había conocido siendo ella una niña y de la cual las malas lenguas contaban que era hija de Sir William Temple. En todo caso se convirtió en una persona muy importante para el escritor y en su día se rumoreó que se habían casado en secreto. Creativo como era, Jonathan Swift decidió llamarla Stella.

La vida de Jonathan Swift fue un continuo ir y venir, de Irlanda a Inglaterra y de Inglaterra a Irlanda. Tras la muerte de Sir William regresó a Irlanda, ejerció de vicario, volvió a Inglaterra como capellán de Lord Berkeley, y regreso de nuevo a Irlanda, esta vez acompañado de Stella.

Jonathan Swift prosperó, llegó a ser consejero del gobierno y en 1713 se convirtió en decano de la iglesia más grande de Dublín, la catedral de St. Patrick . No pudo llegar más lejos y fue por culpa de una mujer, la reina Ana, que le cogió cierta inquina. Manías reales aparte, la carrera de Jonathan Swift no iba mal. En 1704 había escrito su primera obra, The Battle of the Books. Unos años más tarde, en 1726, publicaría la novela que le iba a abrir las puertas del sagrado panteón de los clásicos de la literatura Universal: Los viajes de Gulliver.

Desde su publicación hace casi trescientos años nunca ha dejado de reeditarse «Los viajes de Gulliver«. Muchos tienen esta novela por un cuento para niños pero en realidad es una áspera sátira y crítica de la sociedad inglesa que ha influido mucho en autores posteriores, sobre todo en los más mordaces como William Godwin y Thomas Paine.

La vida de Jonathan Swift discurrió entre dos mujeres, a veces de forma simultánea, una es Stella (Esther Johnson). La otra es Esther Vanhomrigh, hija de una familia bien, con la que vivió en Dublín, no se sabe si en calidad de pupila o de algo más. Fiel a su costumbre de cambiar el nombre a las mujeres (o quizá sólo a las que se llamaban Esther), el escritor hizo lo mismo en esta ocasión, aunque de un modo aun más creativo: se lo inventó.

Jonathan Swift creó el nombre de Vanessa para Esther Vanhomrigh en el año 1712.

Cadenus and Vanessa. A Poem - Jonathan Swift.jpgEse año escribió un poema (que se publicó en 1726) al que puso uno de los títulos más curiosos de la historia de la poesía: “Cadenus and Vanessa”. Cadenus es un anagrama de la palabra decano (que era el puesto que ocupaba Swift en ese momento) y Vanessa era un neologismo, una palabra que se inventó el escritor en honor a Esther con las primeras letras de su nombre y apellido: Van – Es .

El poema cuenta cómo el Hombre es llevado ante un tribunal presidido por Venus, acusado del grave delito de haber envilecido el amor reduciéndolo a un repelente juego de intrigas en el que el matrimonio se habría convertido en un simple negocio mercantil.

La defensa del hombre alega que las mujeres ya no sienten el amor puro de los viejos tiempos y lo han sustituido por bajas pasiones y deseos. En el juicio están presentes las Ninfas, las Musas, las Gracias y diferentes diosas y criaturas mágicas y la solución que se propone es realizar un experimento: crear una hermosa mujer adornada de todas las virtudes y capaz de recuperar la pureza del amor. Entre todos se ponen manos a la obra y el resultado es Vanessa, la criatura perfecta.

The Graces next would act their part,
And show’d but little of their art;
Their work was half already done,
The child with native beauty shone;
The outward form no help requir’d:
Each, breathing on her thrice, inspir’d
That gentle, soft, engaging air,
Which in old times adorn’d the fair:
And said, «Vanessa be the name
By which thou shalt be known to fame:
Vanessa, by the gods enroll’d:
Her name on earth shall not be told.»

 

“A continuación las Gracias hicieron su parte,
y mostraron un poco de su arte,
su trabajo ya medio hecho estaba,
la belleza natural de la chica brillaba
La forma externa no precisaba ayuda
Inspiraba, cada dos por tres, respiraba
Ese gentil, suave, atractivo aire,
Que en los viejos tiempos adornaba el donaire
Y dijeron, “Sea Vanessa el nombre
que para la fama tomes.
Vanessa, por los dioses elegida:
Que su nombre en la Tierra no se diga».

Deseos de los dioses aparte, el nombre de Vanessa no solo se dice sino que ha proliferado en todo el mundo.

Swift sobrevivió a Stella y a Vanessa, aunque era mucho mayor que ellas, y cuando murió en 1745 dejó la mayoría de su fortuna a los pobres y a la financiación de un manicomio.

Millais Vanessa.jpg


Procedencia de las imágenes:

El viaje de agua de Amaniel

Mucho antes de que las tuberías del Canal de Isabel II se convirtieran en las venas de Madrid y llevaran el agua corriente a cada hogar de la ciudad, el líquido suministro se realizaba mediante los llamados “Viajes de agua”. Eran acueductos subterráneos o semisubterráneos que conducían el agua hasta las fuentes de la ciudad. Su origen data de los siglos VIII al XI, de la época en que Madrid era una fortaleza árabe para la defensa de Toledo.

Hubo muchos. Algunos transportaban las llamadas “aguas finas”, las más codiciadas para el consumo humano: Alcubilla, Alto Abroñigal, Bajo Abroñigal, Fuente Castellana, Alto del Retiro, arroyo de Oropesa, Amaniel, San Dámaso (arroyo Butarque), Retamar, Fuente de la Salud y Fuente del Rey.

Otros transportaban las “aguas gordas”, agua de menos calidad que aunque se podían beber estaban destinadas a labores de limpieza o regadío.

El que nos llama la atención hoy es “El viaje de agua de Amaniel” llamado también “de Palacio”. Un camino que aún se puede seguir por la superficie, por lo menos en parte, ya que algunos de los mojones que marcaban su ruta siguen en pie en lo que posiblemente es el lugar más asilvestrado que le queda a la ciudad, la Dehesa de la Villa.

 

Mojón indicador del Camino de agua de Amaniel en la Dehesa de la Villa

El viaje del agua de Amaniel se construyó entre 1614 y 1616 durante el reinado de Felipe III, para llevar agua hasta el Real Alcázar de Madrid. El canal subterráneo atravesaba la ciudad desde la Dehesa de la Villa hasta la Residencia Real a lo largo de un viaje de dos kilómetros .

Desde la Dehesa cruzaba por debajo de la calle Guzmán el Bueno, Glorieta de San Bernardo, Gran Vía y terminaba en el Alcázar que se encontraba en lugar que hoy ocupa el Palacio Real.

En el recorrido abastecía también a particulares y a las comunidades religiosas que gozaban de tal privilegio. Estuvo en funcionamiento hasta 1932.

Mojón indicador del Camino de agua de Amaniel en la Dehesa de la Villa

En el blog “Arte en Madrid” podéis encontrar fotografías de los restos de las conducciones subterráneas encontradas en el año 2005.

El nombre del canal responde al nombre primero que tuvo la Dehesa de la Villa, conocida en aquella época como “Monte de Amaniel”. Se llamaba así en honor a Don Lope de Amaniel que fue Guarda Mayor y propietario de estos bosques durante el reinado del Enrique II de Castilla.

El terreno procede de una donación hecha a Madrid por el Rey Alfonso VII en el año 1152 por la ayuda prestada por la villa durante la reconquista y «porque en sus moradores había hallado siempre mayor fidelidad».