No hay adolescente que se precie que no tenga uno, aunque tiene devotos en todas las franjas de edad. Hay quien le critica y hay quien no pueden vivir sin él. Está de moda, lo que no supone que sea moderno. El palo de selfie (autofoto o selfi), de hecho, tiene ya más de 90 años.
En el año 2014 la revista Time eligió el palo de selfie como uno de los 25 mejores inventos del año. Compartía podio con inventos tan dispares como el Apple Watch, el Hendo Hoverboard o la sonda Magalyann que la India envió a Marte y convirtió a la Indian Space Research Organisation (ISRO) en la primera agencia espacial que ha conseguido llegar a Marte al primer intento.
Desde siempre el ser humano se las ha apañado para dejar autoconstancia de su cara con lo que tenía a mano en cada momento, véase sin ir más lejos la abundancia de autorretratos en la historia de la pintura. Dejar recuerdo del rostro de uno mismo es una pretensión tan vieja como el narcisismo y hay que reconocer que el palo selfie facilita mucho la tarea.
El padre oficial del palo selfie es el canadiense Wayne Fromm, que inventó el primer “palo” en el año 2000 tras un viaje con su hija por Europa, en el que se hartó de pedir a desconocidos que les fotografiaran juntos. Lo patentó en el año 2007 como “aparato para sostener una cámara” pero tendrían que pasar unos años para que el artilugio tuviera realmente éxito, hasta el invento y popularización de su complemento ideal: el teléfono inteligente o smartphone.
Sin quitarle méritos a Wayne Fromm, la idea de un artilugio que permite hacerse fotos a uno mismo tiene ya casi un siglo. La BBC contó en el 2014 la historia de una foto tomada en 1925 en Inglaterra: un selfie que tomaron dos jóvenes recién casados, Arnold y Helen Hogg, con un palo de selfie.
Antes que eso tenemos noticia de varios selfies antiguos, pero tomados sin palo, como la fotografía que se hicieron en el año 1920 cinco fotógrafos de la empresa Byron, entre ellos el fundador de la empresa, Joseph Byron, en la terraza del estudio fotográfico Marceau de Nueva York. Lo curioso es que existe otra fotografía que capta justo el momento en que se está realizando esa foto. Ambas imágenes se conservan en el Museo de la Ciudad de Nueva York junto con un selfie de Joseph Byron.
En 1983 Minolta presentó la cámara Minolta Disc-7, que llevaba incorporado un espejo convexo en el frontal y en un lateral un mango telescópico que permitía sostener la cámara de la misma manera que un palo selfie.
En 1995 se publicó un libro sobre los inventos más inútiles de los japoneses que incluía al palo selfie en tan glorioso ranking. Quizá los editores del libro hubieran contemplado el invento desde otras perspectiva y hubieran anticipado su éxito si se hubieran dado cuenta de que ya por aquel entonces había una personaje muy aficionado a los selfies: Mr. Bean.
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