Cien años del TBO

El 11 de marzo de 1917 un impresor llamado Arturo Suárez publicó el primer número de una revista de historietas. Estaba editada en color azul y se puso a la venta por 5 céntimos de peseta. Le puso por nombre tres letras que hacían referencia a una revista lírica del año 1909: TBO. La nueva publicación pasó desapercibida hasta que la compró Joaquín Buigas, uno de los clientes de la imprenta, que además se casó con la hija de Arturo Suárez. Esta vez sí que tuvo éxito y los españoles aprendieron a decir “Tebeo” para nombrar a esas historietas que ahora llamamos cómic.

He aprendido mucho de la historia del TBO y sus “intríngulis” gracias a Lluis Giralt, el grafópata, que se contagió de la fiebre del TBO siendo niño y el virus ya nunca le abandonó. Desde entonces y durante toda su vida ha buscado y coleccionado ejemplares del TBO y otras revistas y sobre todo originales de dibujos.

Su admiración por los dibujantes era tal que con sólo doce años se saltaba las clases para ir desde Sabadell a Barcelona a conocerlos personalmente (cuando conseguía dinero para el billete de tren recogiendo y vendiendo cobre).

Con el tiempo su afición le llevó a tener la que seguramente es la colección más completa que existe en torno al TBO. Gracias a ella se han podido organizar muchas exposiciones y se han podido reeditar historietas. El próximo mes de marzo saldrá a la venta el libro “Cien años del TBO” en el que ha colaborado con el periodista Antoni Guiral y en el que se cuenta la historia y la intrahistoria de la más emblemática revista de historietas.

En los años 20-30 el TBO llegó a tener una tirada de más de 200 000 ejemplares. Pero la etapa preferida del grafópata es la que va desde 1941 hasta 1952. Es la época de los grandes dibujantes, Josep Coll, Benejam, Manuel Urda, Ricardo Opisso, Méndez Álvarez, Tínez, Nit, y de los guiones de Joaquín Buigas.

Por cierto, que también hubo mujeres en la historia del TBO, como Isabel Valls, Mary, Mª Ángeles Sabater y la guionista María Teresa Pons.

Lluis Giralt llegó a colaborar activamente con la redacción del TBO. No pudo hacerlo cuando era un niño de 12 años y se presentó en la redacción con sus dibujos bajo el brazo, pero sí pudo, ya siendo adulto en los años ochenta, cuando ya la editorial Bruguera, la feroz competidora del TBO, quería comprar la revista, lo que terminó haciendo en 1983.

A partir de esa fecha y con el posterior traspaso de la revista a Ediciones B (el renacimiento de la editorial Bruguera) el TBO fue apareciendo y desapareciendo de los quioscos, pero nunca se marchó del todo y reaparecía de vez en cuando con reediciones, recopilatorios, almanaques y números extraordinarios. Ya lo anticipó el que fue el último director del TBO, Albert Viña, que se despidió antes de la compra de Bruguera con un “hasta siempre lector” impreso en la última página.


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La extraña lluvia roja

En el otoño de 2014 los vecinos de los pueblos de Ayoó de Vidriales y Fuente Encalada en Zamora asistieron atónitos a un fenómeno que les llenó de preocupación: una lluvia que volvió de color rojo el agua de los abrevaderos del pueblo.

Nunca se había visto nada igual y empezaron a correr rumores sobre envenenamientos y contaminación de las aguas del pueblo y hasta de conspiraciones químicas. Uno de los vecinos se decidió a actuar y avisó a investigadores de la Universidad de Salamanca para que estudiaran el fenómeno.

Un equipo encabezado por el geólogo Javier Fernández-Lozano analizó muestras de agua y descubrió al responsable del cambio de color: una microalga de la especie Haematococcus Pluvialis que había “caído” al agua. Pero esta microalga normalmente es transparente ¿Por qué se volvió roja y tiñó de este color el agua?

Porque se estaba defendiendo del sol.

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Javier Fernández-Lozano y su equipo descubrieron hechos muy sorprendentes y curiosos sobre el fenómeno de la “lluvia roja” y también que esta microalga había viajado mucho. Eso sí, la investigación dejó totalmente claro que el origen del cambio en la coloración del agua era totalmente natural y que seguía siendo apta para riego y para el consumo humano.

Hoy en día la lluvia roja sigue cayendo en Ayoó de Vidriales y Fuente Encalada en Zamora. Pero los vecinos ya no temen conspiraciones ni envenenamientos. Saben que la lluvia roja, aunque muy llamativa, es perfectamente natural. De hecho esta lluvia roja ha caído alguna que otra vez en algunas zonas de la Rioja, León … e incluso de Madrid.


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Voyager
Una odisea espacial … de 40 años

Este año se cumple el 40 aniversario de una de las odiseas más extraordinarias emprendidas por la Humanidad. Una odisea que todavía hoy continúa.

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La Voyager 1 salió de la Tierra el 5 de septiembre de 1977 y tras un viaje de 40 años ha conseguido llegar a donde nadie, ni hombre ni máquina, ha llegado jamás: a cruzar los límites del Sistema Solar y abandonar el campo de influencia del Sol. Ha sido el primero en lograrlo, Ningún otro objeto fabricado por el hombre ha llegado tan lejos. Y solamente uno se acerca: su hermana la Voyager 2.

La Voyager 2, despegó quince días antes, el 20 de agosto de 1977 pero aún no ha salido del Sistema Solar porque ha seguido una ruta más lenta.

Mientras las naves siguen su camino adentrándose en lo más profundo del espacio exterior aquí en la Tierra siempre hay alguien escuchándolas. En Madrid se encargan de ello los técnicos de la Estación de Seguimiento Espacial de Robledo de Chavela, que forma parte de la Red de Espacio Profundo de la NASA. Uno de esos técnicos es Sergio Castejón Casado, que empezó a trabajar en la Estación de Robledo de Chavela en 1971. Desde su cargo como Senior Ops Controller y Deputy Ops Supervisor, ha vivido desde el principio la aventura de las Voyager. Una aventura que en principio estaba pensada como una misión de cinco años por los cuatro grandes planetas exteriores del Sistema Solar

Sergio Castejón conoce muy bien las Voyager y con él he aprendido mucho sobre ellas, entre otras cosas que cada una lleva tres ordenadores a bordo con un único programa escrito en Fortran, que entre todos suman una memoria disponible de 64 KB y que cada vez que envían datos a la Tierra tienen que rebobinar las cintas, (parecidas a las de casete) para tener espacio para volver a grabar datos. También he aprendido que ya se han apagado las cámaras de fotos de la Voyager 1 para ahorrar energía y alargar su vida al máximo y que sabemos con seguridad que ya ha salido del Sistema Solar pero que no ha sido nada fácil saberlo porque cuando llegó el momento el aparato que debía medirlo se había roto.

Y que ahí siguen, viajando a 60 000 kilómetros por hora con el famoso disco de oro a cuestas (que en realidad no es todo de oro, solamente chapado) con su selección de sonidos de la Tierra (y las instrucciones para escucharlos), aunque va a ser muy difícil que alguien por ahí fuera lo escuche alguna vez, pero no importa porque la auténtica misión del disco de oro siempre ha sido, no tanto contactar con una posible inteligencia alienígena, sino dejar constancia de nuestro paso por el Universo. Será el testimonio eterno de una raza de seres que una vez habitaron una recóndita esquina del Universo y que se atrevieron a soñar con descubrir sus secretos porque, por encima de sus luchas y sus desacuerdos, eran exploradores y se empeñaron en conquistar la última frontera: el espacio.


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