«Durante este programa van a ocurrir muchas cosas extrañas», ya lo advertía José María Íñigo al comienzo de una emisión que se convirtió en un hito de la historia de la televisión. Su invitado, el ilusionista británico, nacido en Tel-Aviv, Uri Geller, había prometido doblar una cuchara de metal con el poder de su mente y que, si seguían sus indicaciones, los espectadores en casa también lo lograrían. En directo. ¡Quién dijo miedo!
«No hay calor. Dice que se va romper, que se funde el metal». Sea como fuere la cuchara se dobló. Y de los 20 millones de espectadores que vieron el programa muchos continúan jurando que a ellos les pasó lo mismo en casa.
Hubo más. A continuación y por el mismo procedimiento, arregló un reloj. El público en su casa también, o eso dijeron muchos. La centralita de TVE se colapsó y medio millar de personas se presentaron en las puertas de Prado del Rey.
Con sus trucos de magia y sus ilusiones, la fama de Uri Geller llegó a todos los rincones del planeta. Se convirtió en millonario y en el año 2011 tuvo un gesto muy de millonario: se compró una isla deshabitada en Escocia.
Pero no era cualquier isla, era Lamb, la isla que, según muchos autores, Robert Louis Stevenson describió en su libro ‘La isla del tesoro’.
Geller afirmó, incluso, que en su nueva propiedad estaba enterrado un auténtico tesoro egipcio llevado allí por la princesa Scota, medio hermana de Tutankhamon, nada menos, y que él lo iba a desenterrar con ayuda de la radioestesia.
En todo caso la isla ha sido el centro de leyendas y misterios y, según se cuenta, muchas brujas fueron quemadas en ella.
Ahora, muchos años después, Uri Geller ha dado un paso más y ha declarado la isla como nación independiente, una Micronación con su propia bandera, su propio himno y sus propias leyes: La República de Lamb. Según el ilusionista la isla “merece su propia identidad”.
Una micronación es una propiedad que su dueño proclama como país independiente pero que carece de toda base legal y del reconocimiento de los demás Estados. La de Uri Geller no es ni la primera ni la única, hay alrededor de cien en todo el mundo. Entre las más curiosas se encuentran el Principado de Sealand cuyo territorio es una plataforma marina abandonada o los diez metros cuadrados del patio trasero de la casa de George Francis Cruickshank que en 1981 su dueño proclamó como el Imperio de Atlantium.