Los accesorios básicos de un pirata, por lo menos hasta la llegada de Jack Sparrow, han sido tradicionalmente cuatro: pata de palo, un loro en el hombro, un parche en el ojo y una botella de ron.
Por lo menos esa es la imagen que décadas de literatura y cine han incrustado en la memoria colectiva. Imágenes de la época no tenemos pero cierto es que sabemos de personajes conocidos que, perdida una pierna, utilizaron en su lugar una pata de palo, como el navegante François Le Clerc o el almirante español Blas de Lezo.
Lo del loro amaestrado siempre en el hombro no parece demasiado fiable. La botella de ron, por su parte, parece incuestionable. ¿Y el parche en el ojo?
Tenemos constancia de personajes ilustres que llevaron parche en un ojo como Ana de Mendoza, Duquesa de Éboli, que lo usaba, según se cree, bien por causa de un estrabismo o bien por haber perdido el ojo de un accidente de esgrima.
Los piratas llevaban un parche pero, probablemente, por una razón bien distinta y más científica.
Cuando pasa de un entorno iluminado a uno oscuro el ojo humano puede tardar hasta 25 minutos en adaptarse al cambio y pasar de la visión diurna (fotópica) a la nocturna (escotópica).
En un barco, por pequeño que sea, la iluminación cambia de manera muy brusca de una estancia a otra. En la cubierta la luz es muy intensa pero por debajo de ella apenas hay luz. Ahora es fácil solucionarlo pero en la época de los piratas no había bombillas. Cuando bajaban a la bodega debían manejarse en condiciones prácticamente de total oscuridad
En la retina hay dos tipos de células sensibles a la luz: bastones y conos. Sólo hay un tipo de ‘bastones’ capaces de operar cuando hay poca luminosidad. Se encuentran en la periferia de la retina, por lo cual la visión nocturna es periférica.
En un entorno luminoso la recepción de la luz se produce con los conos de la retina. Al pasar a la oscuridad toman el mando los bastones. La pupila se dilata para recibir la mayor cantidad posible de luz.
La agudeza visual nocturna es baja. En la oscuridad vemos mucho peor. Sobre todo, durante esos minutos que el ojo necesita para adaptarse. En condiciones de lucha, algo frecuente en la vida pirata, esos minutos pueden suponer la muerte.
Por eso lo más práctico era llevar siempre un parche. De esa manera el pirata tenía en todo momento un ojo adaptado a la visión diurna y otro preparado para la visión nocturna.
Cuando entraba en la bodega simplemente cambiaba el parche de un ojo a otro y lo hacían de nuevo al salir. Así eran capaces de ver bien en ambas circunstancias.
Es la misma razón por la cual cuando un avión va a aterrizar o va a despegar, las luces del interior se atenúan. Se hace así para que los ojos se adapten a la oscuridad y, en caso de accidente, estén listos para proporcionar una buena visión. Un detalle que puede salvar muchas vidas.